viernes, 20 de marzo de 2009

Kitsch (Umberto Eco)


Huachafo no es lo mismo que kitsch. Sin embargo son términos hermanados que comparten muchas características comunes. Mientras que de lo primero se ha escrito poco y se tienen definiciones imprecisas, hay abundante bibliografía sobre lo segundo. Hablemos, entonces, del kitsch.

“Ha sucedido siempre que los miembros de las clases "altas" juzguen desagradables o ridículos los gustos de las clases "bajas". Se podría ciertamente decir que in estas discriminaciones han tomado parte siempre factores económicos, en el sentido que la elegancia has estado siempre asociada al uso de tejidos, colores y gemas costosísimas."

“Existe un arte para los incultos así como existe un arte para los cultos, y es necesario respetar la diferencia entre estos dos "gustos" así como se respetan las diferencias de creencias religiosas o las preferencias sexuales. Sin embargo, mientras los cultores de un arte "cultra" encuentran kitsch al kitsch, los cultores del kitsch no encuentran despreciable el gran arte de los museos (los que, por otro lado, frecuentemente exponen obras que la sensibilidad culta juzga kitsch). Más aún, consideran a las obras kitsch "similares" a las del gran arte."

"kitsch es la obra que, para justificar su función de estimuladora de efectos, se estructura con los restos de otras experiencias y se vende como arte sin reservas."

"No todo lo feo (de ayer u hoy) puede ser visto como camp. Lo es sólo cuando el exceso es inocente y no calculado. Los ejemplos puros de camp no son intencionales, son extremadamente serios [...]. En estos casos, las reacciones encantadas del degustador del camp se manifiesta con "¡es demasiado, no puedo creerlo!". No se puede decidir hacer una cosa camp. El camp no puede ser intencional, se apoya en el candor con el que se realiza el artificio (y, digamos, en la malicia de quien lo reconoce como tal). Hay en el camp una seriedad que no logra su objetivo por exceso de pasión, y sea como sea, es desmesurado en sus intenciones.”

ECO, Umberto: Storia della bruttezza. (pp 394, 397, 404, 418)

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