viernes, 30 de marzo de 2012

Huachafo y chicha (II)

Primera parte


"Dentro de las particularidades de lo huachafo, sin embargo, encontramos que aún “en lo risible […] siempre hay algo de miseria que nos conmueve. Cuando la forma no llega a superar al fondo íntegramente, se rompe el equilibrio, vamos a lo cómico, pero no se produce la independencia de la forma que anula el dolor. La huachafería permanece lejana, pero ligada al fondo; por eso hay en ella suspiros y melancolía.” (Velarde, Contribución al estudio de la huachafería en el arte 1966, 394)
Estos “suspiros y melancolía” son en realidad la manifestación del fuerte componente social de aspiración, de lucha, de fricción, del querer ser y el querer pertenecer, que hace que el huachafo sea distinto que el kitsch.
Sin embargo, es también en la estética que el huachafo se distingue del kitsch, o, para ser más exactos, se constituye en una variante regional del mismo. Es por eso que no puede establecerse una distinción tajante entre qué es huachafo y qué es kitsch, especialmente si no conocemos las motivaciones sociales del contexto.
Ambos términos parten de un principio de inadecuación y de no pertenencia, pero también de una idea de mescolanza de cosas que pertenecen a ámbitos diversos. En la situación Peruana podemos distinguir grosso modo que el huachafo surge de la mezcla de elementos “modernos”, occidentales y que tienen que ver con las modas contemporáneas, con elementos de las culturas tradicionales, ligados a lo vernacular y a lo artesanal.
El factor del querer ser es una voluntad explícita que se manifiesta por medio de la imitación de formas, modas, estilos, elementos de aquel grupo que se considera mejor y al que se aspira ingresar. Sin embargo existe una pulsión tan o más fuerte: la de la cultura o grupo de origen, al cual se pertenece. Sobre esta dicotomía profundizaremos más adelante con el estudio de ejemplos.
Existe una palabra que, en algunos contextos es utilizada como sinónimo de huachafo: chicha. La palabra, en su acepción tradicional, designa una bebida alcohólica hecha de la fermentación de maíz u otros cereales. En un lenguaje coloquial, netamente urbano y contemporáneo, el término designa un tipo de producción cultural producto de la hibridación.
En un inicio se llamó chicha a “un nuevo género musical híbrido de cumbia colombiana, guaracha cubana y huaino peruano […]. Y, a partir de la expresión música chicha, se ha desarrollado un importante uso adjetivo, sin flexión genérica o numérica y con matiz peyorativo: ‘comedia chicha’, ‘gobiernos chicha’, ‘tecnología chicha’.” (Hildebrandt 1994, 127)
Hay que enfatizar, como señala Pezo, que el término no nace al interior de estas culturas de múltiples influencias, sino que es aplicado desde el exterior, de manera peyorativa – de modo análogo al huachafo –, identificado con la migración del campo a las ciudades, y con el objetivo de “exagerar los aspectos negativos del migrante.” [1] (Pezo 2009, 173)
Matos Mar opina que lo chicha “expresa un nuevo patrón cultural en ascenso. Su presencia y avance constituyen una muestra notable del peso que han llegado a tener los migrantes y la cultura que portan, en la decisión de la dinámica viva de la cultura metropolitana y en la formación de una conciencia nacional unitaria.” (Matos Mar, Desborde popular y crisis del Estado. Veinte años después 2004, 85-86)
En cualquier producción o evento de mestizaje, especialmente si éste involucra la mezcla de aspectos urbanos y rurales, o aspectos de una alta cultura y populares, la palabra chicha es el término de más común utilización. Se habla entonces, además de la música, de moda chicha, de pintura chicha e incluso de urbanismo y arquitectura chicha.
¿Por qué entonces es que preferimos utilizar el término huachafo en lugar de la palabra chicha?
Existen dos motivaciones: la primera de carácter formal, y a la segunda corresponden razones más profundas. Creemos que la investigación y el debate realizados sobre este tipo de producción, sobre todo en la arquitectura, está aún en una etapa embrionaria. Los escasos documentos y estudios producidos son básicamente descriptivos y, en la mayoría de casos, cargados de ese tono peyorativo descrito líneas arriba. Creemos que el uso de la palabra huachafo nos fuerza a pensar en el fenómeno en otros términos e ir más allá de las acepciones ya conocidas del término chicha que, inevitablemente, nos lleva a ver la producción popular urbana sólo en términos de su forma.
Esto nos lleva a la segunda motivación, que tiene que ver con realizar un estudio que abarque, además de las formas y elementos compositivos, los procesos de gestación detrás de la producción estética en esta arquitectura. Dicha estética, entonces, se entiende no sólo como la forma externa o los elementos compositivos, sino además como las motivaciones y los mecanismos que los originan."


[1] “El término chicha está muy ligado a esta otra Lima, a lo migrante, a lo cholo y a lo popular. Pero, por otro lado, también se le suele asociar a lo huachafo, inacabado, desordenado, mal hecho, informal, delincuencial, etcétera, es decir contiene un significado negativo.” (Pezo 2009, 173)

En: Dreifuss Serrano, C. (2011). L'estetica (del huachafo) nell'architettura contemporanea a Lima. Roma: Tesi per ottenere il grado di Dottore di Ricerca in Architettura, Dipartimento di Architettura e Progettazione, Università degli Studi di Roma La Sapienza.

Referencias:
Hildebrandt, M. (1994). Peruanismos. Lima: Biblioteca Nacional de Perú.
Matos Mar, J. (2004). Desborde popular y crisis del Estado. Veinte años después. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
Pezo, D. (2009). Arquitectura chicha: lo cholo en la arquitectura. In S. Bedoya, Coloquio lo Cholo en el Perú. Migraciones y mixtura (pp. 173-180). Lima: Biblioteca Nacional del Perú.
Schwab, F. (1940). Lo huachafo como fenómeno social. Revista 3, No. 4 , 17-18.
Velarde, H. (1966). Contribución al estudio de la huachafería en el arte. In H. Velarde, Obras completas (II) (pp. 393-196). Lima: Francisco Moncloa Editores.

viernes, 16 de marzo de 2012

Huachafo y chicha (I)

"Huachafo es una de aquellas palabras de uso cotidiano, que todos los pertenecientes a un determinado contexto – el limeño – parecen entender pero que termina siendo difícil de describir. En primer lugar, la dificultad estriba en su relatividad. Todos somos susceptibles de huachafear y de ser huachafeados, es decir, de ser considerados huachafos por determinadas personas, y de poder, a nuestro turno, determinar que otras personas son huachafas[1].
En principio pareciera tratarse de uno de tantos términos regionales, o peruanismo, que como muchos otros, se utiliza durante un tiempo determinado para ser luego olvidado o reemplazado por otro. Pero es ahí donde el huachafo comienza a distinguirse de otros términos similares. Se trata de un vocablo que tiene cerca de cien años en circulación, y su uso lejos de haber disminuido, se ha generalizado al punto de abarcar esferas sociales diversas y, manteniendo casi intacto su significado original, ampliar su uso a un sinnúmero de situaciones.
Estuardo Núñez, en comunicaciones personales, citadas tanto por Jorge Schwab como por Martha Hildebrandt (Schwab 1940, Hildebrandt 1994), señala que la palabra es de origen colombiano, donde es un sinónimo de jarana o fiesta popular.
“Alrededor de 1890, llegó a Lima una modesta familia de emigrados colombianos (probablemente algún político exiliado y los suyos) y se avecindó en la calle del General, muy próxima al cuartel de Santa Catalina. Como en dicha familia se contaban unas jóvenes casaderas y atractivas, éstas solían organizar frecuentemente fiestas bastante alegres a las que llamaban guachafas. La expresión fue bien acogida por los concurrentes a las fiestas – vecinos de barrio y, sobre todo, oficiales del contiguo cuartel – y con el tiempo las dueñas de casa, que tenían un apellido poco común y algo difícil, eran conocidas por el sobrenombre de huachafas. La denominación de la fiesta pasó a aplicarse a sus organizadoras que eran modestas muchachas de clase media, de cierta estrechez económica y que se esforzaban por aparentar ante sus invitados y vecinos más de lo que eran o tenían. Esta versión la he recogido de dos fuentes distintas: el testimonio de una antigua señora de Lima avecindada a fines de siglo en la calle del General (mi abuela materna), que sufrió un tanto con el estruendo de las mentadas fiestas, y el dicho de un militar entonces oficial acantonado en el cuartel de Santa Catalina (mi padre) que, como sus compañeros, era asiduo concurrente a las fiestas de las alegres colombianitas.” (Hildebrandt 1994, 235)
Rápidamente el término se generalizó para designar a las personas que, en base a gestos, vestimenta y modos de hablar y comportarse, buscaban aparentar “ser más” de lo que en realidad eran. Este “ser más” tiene que ver con un estándar social en primer lugar, pero también cultural, y es relativo a los grupos a los que se aspira pertenecer.
Entonces podríamos decir que el origen del huachafo es, antes que estético, social. Y es éste aspecto fundamental el que lo diferencia de lo kitsch o lo cursi (palabra española equivalente): Mientras estas palabras designan “únicamente la oposición sustancial entre el espíritu y la forma de expresión en general, sin tener en cuenta el factor social. El hombre cursi [o el hombre kitsch] fracasa en una pretensión estética; el huachafo en una pretensión social o cultural” (Schwab 1940, 19)
Héctor Velarde se refiere a ésta diferencia en términos de la relación entre la figura y el fondo de las cosas. Para el autor, lo huachafo se da cuando la forma supera al fondo, alejándose de una ideal situación de equilibrio entre un factor y otro. Se desprende entonces que el kitsch es la superación total del fondo por la forma[2]."

Segunda parte.


[1] “En nuestra habla familiar huachafo tiene el sentido aproximado de ‘cursi’. En uso sustantivo predomina el femenino: huachafa es la mujer de mal gusto, sobre todo en el vestir, y huachafita es la muchacha de origen modesto que presume de una situación social y económica que no tiene.” (Hildebrandt 1994, 231)
[2] “Aristóteles, que sabía mucho, dijo algo bastante cómodo y que hasta ahora se emplea. Dijo que todo tiene fondo y forma; que la serenidad se establece cuando el fondo y la forma coinciden, se equilibran o igualan; que el dolor surge cuando el fondo domina y desborda a la forma y que lo cómico estalla cuando la forma supera al fondo hasta quedar suelta y a solas.” (Velarde, Contribución al estudio de la huachafería en el arte 1966, 393)

En: Dreifuss Serrano, C. (2011). L'estetica (del huachafo) nell'architettura contemporanea a Lima. Roma: Tesi per ottenere il grado di Dottore di Ricerca in Architettura, Dipartimento di Architettura e Progettazione, Università degli Studi di Roma La Sapienza.

Referencias:
Hildebrandt, M. (1994). Peruanismos. Lima: Biblioteca Nacional de Perú.
Matos Mar, J. (2004). Desborde popular y crisis del Estado. Veinte años después. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
Pezo, D. (2009). Arquitectura chicha: lo cholo en la arquitectura. In S. Bedoya, Coloquio lo Cholo en el Perú. Migraciones y mixtura (pp. 173-180). Lima: Biblioteca Nacional del Perú.
Schwab, F. (1940). Lo huachafo como fenómeno social. Revista 3, No. 4 , 17-18.
Velarde, H. (1966). Contribución al estudio de la huachafería en el arte. In H. Velarde, Obras completas (II) (pp. 393-196). Lima: Francisco Moncloa Editores.

miércoles, 14 de marzo de 2012

lunes, 5 de marzo de 2012

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