viernes, 16 de marzo de 2012

Huachafo y chicha (I)

"Huachafo es una de aquellas palabras de uso cotidiano, que todos los pertenecientes a un determinado contexto – el limeño – parecen entender pero que termina siendo difícil de describir. En primer lugar, la dificultad estriba en su relatividad. Todos somos susceptibles de huachafear y de ser huachafeados, es decir, de ser considerados huachafos por determinadas personas, y de poder, a nuestro turno, determinar que otras personas son huachafas[1].
En principio pareciera tratarse de uno de tantos términos regionales, o peruanismo, que como muchos otros, se utiliza durante un tiempo determinado para ser luego olvidado o reemplazado por otro. Pero es ahí donde el huachafo comienza a distinguirse de otros términos similares. Se trata de un vocablo que tiene cerca de cien años en circulación, y su uso lejos de haber disminuido, se ha generalizado al punto de abarcar esferas sociales diversas y, manteniendo casi intacto su significado original, ampliar su uso a un sinnúmero de situaciones.
Estuardo Núñez, en comunicaciones personales, citadas tanto por Jorge Schwab como por Martha Hildebrandt (Schwab 1940, Hildebrandt 1994), señala que la palabra es de origen colombiano, donde es un sinónimo de jarana o fiesta popular.
“Alrededor de 1890, llegó a Lima una modesta familia de emigrados colombianos (probablemente algún político exiliado y los suyos) y se avecindó en la calle del General, muy próxima al cuartel de Santa Catalina. Como en dicha familia se contaban unas jóvenes casaderas y atractivas, éstas solían organizar frecuentemente fiestas bastante alegres a las que llamaban guachafas. La expresión fue bien acogida por los concurrentes a las fiestas – vecinos de barrio y, sobre todo, oficiales del contiguo cuartel – y con el tiempo las dueñas de casa, que tenían un apellido poco común y algo difícil, eran conocidas por el sobrenombre de huachafas. La denominación de la fiesta pasó a aplicarse a sus organizadoras que eran modestas muchachas de clase media, de cierta estrechez económica y que se esforzaban por aparentar ante sus invitados y vecinos más de lo que eran o tenían. Esta versión la he recogido de dos fuentes distintas: el testimonio de una antigua señora de Lima avecindada a fines de siglo en la calle del General (mi abuela materna), que sufrió un tanto con el estruendo de las mentadas fiestas, y el dicho de un militar entonces oficial acantonado en el cuartel de Santa Catalina (mi padre) que, como sus compañeros, era asiduo concurrente a las fiestas de las alegres colombianitas.” (Hildebrandt 1994, 235)
Rápidamente el término se generalizó para designar a las personas que, en base a gestos, vestimenta y modos de hablar y comportarse, buscaban aparentar “ser más” de lo que en realidad eran. Este “ser más” tiene que ver con un estándar social en primer lugar, pero también cultural, y es relativo a los grupos a los que se aspira pertenecer.
Entonces podríamos decir que el origen del huachafo es, antes que estético, social. Y es éste aspecto fundamental el que lo diferencia de lo kitsch o lo cursi (palabra española equivalente): Mientras estas palabras designan “únicamente la oposición sustancial entre el espíritu y la forma de expresión en general, sin tener en cuenta el factor social. El hombre cursi [o el hombre kitsch] fracasa en una pretensión estética; el huachafo en una pretensión social o cultural” (Schwab 1940, 19)
Héctor Velarde se refiere a ésta diferencia en términos de la relación entre la figura y el fondo de las cosas. Para el autor, lo huachafo se da cuando la forma supera al fondo, alejándose de una ideal situación de equilibrio entre un factor y otro. Se desprende entonces que el kitsch es la superación total del fondo por la forma[2]."

Segunda parte.


[1] “En nuestra habla familiar huachafo tiene el sentido aproximado de ‘cursi’. En uso sustantivo predomina el femenino: huachafa es la mujer de mal gusto, sobre todo en el vestir, y huachafita es la muchacha de origen modesto que presume de una situación social y económica que no tiene.” (Hildebrandt 1994, 231)
[2] “Aristóteles, que sabía mucho, dijo algo bastante cómodo y que hasta ahora se emplea. Dijo que todo tiene fondo y forma; que la serenidad se establece cuando el fondo y la forma coinciden, se equilibran o igualan; que el dolor surge cuando el fondo domina y desborda a la forma y que lo cómico estalla cuando la forma supera al fondo hasta quedar suelta y a solas.” (Velarde, Contribución al estudio de la huachafería en el arte 1966, 393)

En: Dreifuss Serrano, C. (2011). L'estetica (del huachafo) nell'architettura contemporanea a Lima. Roma: Tesi per ottenere il grado di Dottore di Ricerca in Architettura, Dipartimento di Architettura e Progettazione, Università degli Studi di Roma La Sapienza.

Referencias:
Hildebrandt, M. (1994). Peruanismos. Lima: Biblioteca Nacional de Perú.
Matos Mar, J. (2004). Desborde popular y crisis del Estado. Veinte años después. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
Pezo, D. (2009). Arquitectura chicha: lo cholo en la arquitectura. In S. Bedoya, Coloquio lo Cholo en el Perú. Migraciones y mixtura (pp. 173-180). Lima: Biblioteca Nacional del Perú.
Schwab, F. (1940). Lo huachafo como fenómeno social. Revista 3, No. 4 , 17-18.
Velarde, H. (1966). Contribución al estudio de la huachafería en el arte. In H. Velarde, Obras completas (II) (pp. 393-196). Lima: Francisco Moncloa Editores.

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