"Huachafo es una de aquellas palabras de uso cotidiano, que todos los pertenecientes a un determinado contexto – el limeño – parecen entender pero que termina siendo difícil de describir. En primer lugar, la dificultad estriba en su relatividad. Todos somos susceptibles de huachafear y de ser huachafeados, es decir, de ser considerados huachafos por determinadas personas, y de poder, a nuestro turno, determinar que otras personas son huachafas[1].
En principio pareciera tratarse de uno de tantos términos regionales, o peruanismo, que como muchos otros, se utiliza durante un tiempo determinado para ser luego olvidado o reemplazado por otro. Pero es ahí donde el huachafo comienza a distinguirse de otros términos similares. Se trata de un vocablo que tiene cerca de cien años en circulación, y su uso lejos de haber disminuido, se ha generalizado al punto de abarcar esferas sociales diversas y, manteniendo casi intacto su significado original, ampliar su uso a un sinnúmero de situaciones.
Estuardo Núñez, en comunicaciones personales, citadas tanto por Jorge Schwab como por Martha Hildebrandt (Schwab 1940, Hildebrandt 1994) , señala que la palabra es de origen colombiano, donde es un sinónimo de jarana o fiesta popular.
“Alrededor de 1890, llegó a Lima una modesta familia de emigrados colombianos (probablemente algún político exiliado y los suyos) y se avecindó en la calle del General, muy próxima al cuartel de Santa Catalina. Como en dicha familia se contaban unas jóvenes casaderas y atractivas, éstas solían organizar frecuentemente fiestas bastante alegres a las que llamaban guachafas. La expresión fue bien acogida por los concurrentes a las fiestas – vecinos de barrio y, sobre todo, oficiales del contiguo cuartel – y con el tiempo las dueñas de casa, que tenían un apellido poco común y algo difícil, eran conocidas por el sobrenombre de huachafas. La denominación de la fiesta pasó a aplicarse a sus organizadoras que eran modestas muchachas de clase media, de cierta estrechez económica y que se esforzaban por aparentar ante sus invitados y vecinos más de lo que eran o tenían. Esta versión la he recogido de dos fuentes distintas: el testimonio de una antigua señora de Lima avecindada a fines de siglo en la calle del General (mi abuela materna), que sufrió un tanto con el estruendo de las mentadas fiestas, y el dicho de un militar entonces oficial acantonado en el cuartel de Santa Catalina (mi padre) que, como sus compañeros, era asiduo concurrente a las fiestas de las alegres colombianitas.” (Hildebrandt 1994, 235)
Rápidamente el término se generalizó para designar a las personas que, en base a gestos, vestimenta y modos de hablar y comportarse, buscaban aparentar “ser más” de lo que en realidad eran. Este “ser más” tiene que ver con un estándar social en primer lugar, pero también cultural, y es relativo a los grupos a los que se aspira pertenecer.
Entonces podríamos decir que el origen del huachafo es, antes que estético, social. Y es éste aspecto fundamental el que lo diferencia de lo kitsch o lo cursi (palabra española equivalente): Mientras estas palabras designan “únicamente la oposición sustancial entre el espíritu y la forma de expresión en general, sin tener en cuenta el factor social. El hombre cursi [o el hombre kitsch] fracasa en una pretensión estética; el huachafo en una pretensión social o cultural” (Schwab 1940, 19)
Héctor Velarde se refiere a ésta diferencia en términos de la relación entre la figura y el fondo de las cosas. Para el autor, lo huachafo se da cuando la forma supera al fondo, alejándose de una ideal situación de equilibrio entre un factor y otro. Se desprende entonces que el kitsch es la superación total del fondo por la forma[2]."
Segunda parte.
Segunda parte.
[1] “En nuestra habla familiar huachafo tiene el sentido aproximado de ‘cursi’. En uso sustantivo predomina el femenino: huachafa es la mujer de mal gusto, sobre todo en el vestir, y huachafita es la muchacha de origen modesto que presume de una situación social y económica que no tiene.” (Hildebrandt 1994, 231)
[2] “Aristóteles, que sabía mucho, dijo algo bastante cómodo y que hasta ahora se emplea. Dijo que todo tiene fondo y forma; que la serenidad se establece cuando el fondo y la forma coinciden, se equilibran o igualan; que el dolor surge cuando el fondo domina y desborda a la forma y que lo cómico estalla cuando la forma supera al fondo hasta quedar suelta y a solas.” (Velarde, Contribución al estudio de la huachafería en el arte 1966, 393)
En: Dreifuss Serrano, C. (2011). L'estetica (del huachafo) nell'architettura contemporanea a Lima. Roma: Tesi per ottenere il grado di Dottore di Ricerca in Architettura, Dipartimento di Architettura e Progettazione, Università degli Studi di Roma La Sapienza.
Hildebrandt, M. (1994). Peruanismos. Lima: Biblioteca Nacional de Perú.
Matos Mar, J. (2004). Desborde popular y crisis del Estado. Veinte años después. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
Pezo, D. (2009). Arquitectura chicha: lo cholo en la arquitectura. In S. Bedoya, Coloquio lo Cholo en el Perú. Migraciones y mixtura (pp. 173-180). Lima: Biblioteca Nacional del Perú.
Schwab, F. (1940). Lo huachafo como fenómeno social. Revista 3, No. 4 , 17-18.
Velarde, H. (1966). Contribución al estudio de la huachafería en el arte. In H. Velarde, Obras completas (II) (pp. 393-196). Lima: Francisco Moncloa Editores.
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