sábado, 19 de junio de 2010

Los productos artísticos (J. Acha)


Juan Acha: Los productos artísticos, 1979
(upload.wikimedia.org)

Clasificación contemporñanea de los productos artísticos según el filósofo Juan Acha. Se considera una suerte de "espina dorsal" central, basada en las tradicionales bellas artes, y una serie de producciones artísticas relacionadas. 

jueves, 17 de junio de 2010

Kitsch and Tendentious Art (H. Broch)

"The essence of kitsch is the confusion of ethical and esthetic categories; kitsch wants to produce not the "good" but the "beautiful". And if this means that the kitsch novel, even while often using quite naturalistic language, i.e., the vocabulary of reality, describes the world not as it really is but as it is hoped and feared to be, and if quite analogous tendencies turn up in the fine arts as well, if kitsch in music depends exclusively on effect - one need only think of the so-called bourgeois salon music, remembering that in many respects the music industry of today is its overbred offspring - still one must concede that no art can work without some effect, without a smattering of kitsch. In the dramatic arts, kitsch becomes a structural bourgeois one, namely, opera, in which effect is the principal structuring element; and one should not forget that opera by its very nature is distinctly "historical", and that that relationship between artwork and public where the "effect" is actually revealed is a matter of the empirical, the earthbound. The means employed for effect are always "proven", and they can hardly be increased any more that the number of possible dramatic situations could be increased: that which is past and proven appears over and over again in kitsch; in other words (a troll through any art exhibit will confirm this), kitsch is always subject to the dogmatic influence of the past - it will never take its vocabulary of reality from the world directly but will apply pre-used vocabularies, which in its hands rigidify into cliché, and here is the nolitio, the rejecting of goodwill, the turning away from the divine cosmic creation of values." (pp 32,33)

Broch, Hermann. "Kitsch and Tendentious Art (1955). In: Geist and Zeitgeist. The Spirit in an Unspiritual Age, Hermann Broch, 31-39. New York: Counterpoint, 2002.

jueves, 3 de junio de 2010

To be or not to be 'in the know' o la alienación entre creadores y consumidores

Partimos de resaltar un hecho indiscutible: en la actualidad existe una distancia entre los gustos de creadores de arte y curadores, y aquellos de los consumidores, es decir, de los ciudadanos comunes que buscan la experiencia estética por medio del arte o de objetos que ellos consideran artísticos. Esta distancia es llamada alienación cultural y, según Peter Lloyd Jones, se debe básicamente a dos factores.

Por un lado está el "cultivo negativo" (negative cultivation), que consiste en "la eliminación de todo simbolismo extraño y la atenuación severa de forma y textura en el ambiente visual" con el fin de permitir a los conocedores el enfocar su atención en aspectos escogidos del evento (p 359). Por ejemplo, pinacotecas cuyas salas de exposición carecen de ornamento o colores resaltantes y utilizan una iluminación cuidadosamente estudiada, con el fin de focalizar la atención del observador en los cuadros expuestos; un otro ejemplo podría ser la cata de vino a ojos vendados, en la que se busca que el catador se centre sólo en las experiencias sensoriales producidas por el líquido.

El problema es que para llegar a apreciar una obra de arte - o un evento cualquiera - con este nivel de intensidad y exclusividad, se requiere, como el mismo autor señala, ser un conocedor (be "in the know") y es aquí donde se produce la separación. Y e que el llegar a ser un conocedor en cualquier área requiere formación, requiere un cultivo de ciertos aspectos personales y un refinamiento al momento de elegir los estímulos que uno quiere percibir. Este proceso de entrenamiento perceptual es largo y toma mucho tiempo. Son pocas las personas que se embarcan en un viaje de estas características y, por lo tanto, serán pocas las personas que puedan apreciar en toda su intensidad este tipo de experiencias.

El consumidor común, aquel que no ha sido cultivado en las sutilezas del evento, dirá simplemente que "no sabe qué le ven" a aquello que está experimentando. Por un lado tiene una obra de arte que no comprende ni aprecia, y por el otro, un ambiente tan privado de "distracciones" que no le llama la atención. En el menor de los casos la situación le producirá indiferencia - y por lo tanto no se dará la experiencia estética - y en el peor, rabia.

El segundo factor tiene que ver con la abstracción a la que apunta el arte contemporáneo. De esta manera "se fuerza la atención hacia la estructura y la composición porque no queda nada más para mirar". Por ejemplo los edificios construidos en la modernidad, apreciables por su simpleza geométrica y el correcto manejo de los sistemas constructivos, pero completamente carentes de ornamento del tipo figurativo (esculturas, pinturas murales, etc).

Frente a la falta de referentes que el consumidor pueda reconocer en la misma obra de arte, y el entorno, privado de otros estímulos y concebido para centrar esa atención, es lógico que se dé esta alienación entre arte contemporánea y consumidores.

¿Entonces qué sucede con el kitsch? ¿Por qué gustan todos esos objetos de producción masiva llenos de colores y elementos figurativos?

Tomemos las ideas de Jones sobre el cultivo de la capacidad de apreciar ciertos eventos. No podemos decir que el consumidor no tenga en sí mismo la capacidad de disfrute; como ha sido señalado, el problema es que ésta no se siente representada por lo que curadores y creadores ofrecen en el mercado del arte y las experiencias artísticas.

El consumidor - es decir, cualquier individuo - pasa toda su vida cultivándose en el apreciar ciertos tipos de eventos. Desde los primeros años de la infancia se le pide que dibuje flores y mariposas, casitas "típicas" con techo a dos aguas y animales domésticos; al crecer es bombardeado con imágenes brillantes en la televisión, las películas y la publicidad. El consumidor, entonces, viene de un largo proceso en el que ha cultivado un cierto gusto por aquellos estímulos que tuvo más a la mano y que, por lo tanto, le son familiares.

Lamentablemente, para aquellos que señalan la dirección en la que deben ir los gustos y las modas, para aquellos productores del arte, cultivados en este refinamiento, estas manifestaciones "pseudo-artísticas" son despreciadas en su simplicidad y adquieren estatus inferior con respecto al arte culta.

Se abren, entonces, dos interrogantes: ¿Son los creadores y curadores quienes deben producir y "traducir" el arte en términos apreciables por los consumidores? o, de manera opuesta, ¿son éstos quienes tienen el deber de cultivar su sensibilidad con el fin de apreciar lo que los primeros les ofrecen?

Referencia:
Peter Lloyd Jones (1987): "Curators, Creators and Consumers" Leonardo Vol 20 No 04, pp 353-360.
Imagen: Lucio Fontana: Concetto Spaciciale
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