"El primer concepto antropológico de cultura se opuso a la idea de que hay gente "con cultura" y gente "sin cultura", de que el mundo se divide entre personas "cultas" e "incultas". Ya en 1871 Tylor había planteado un concepto de cultura asociado a los conocimientos, creencias y hábitos que el ser humano adquiere como miembro de la sociedad. Esa noción contrastaba con la idea de que la cultura se restringía a la llamada "alta cultura", a la perfección espiritual de la música clásica o las artes plásticas consagradas. Todas las actividades y pensamientos humanos son aspectos de la cultura. Hay diferentes culturas, pero todos los seres humanos tienen en común el hecho de ser seres culturales.
[...] Ninguna cuestión genética puede explicar las diferentes cosmovisiones, mitos, celebraciones, ideologías y rituales de la humanidad. Esta heterogeneidad es cultura, y la cultura no se lleva en la sangre. Se aprende en la vida social.
[...] Boas introdujo la idea de pluralidad cultural, según la cual no sólo era importante "la cultura" en singular sin también el estudio de "culturas" específicas. En su perspectiva, una cultura particular sólo es comprensible a partir de su historia. Una creencia o un hábito cultural sólo pueden ser comprendidos en el marco de un universo específico de sentido. Pretender evaluar las creencias o las prácticas diferentes de las nuestras fuera de sus contextos, a la luz de nuestros propios valores, no sólo implica desconocer la diversidad humana, sino también actuar de modo etnocéntrico. [...]
Para poder comprender una cultura es necesario comprender a los otros en sus propios términos, sin proyectar nuestras propias categorías de modo etnocéntrico. Al mismo tiempo, resulta imprescindible tomar distancia de nuestra propia sociedad para poder estudiarla y comprenderla: "hacer antropología es realizar esa transformación de lo familiar en lo exótico y de lo exótico en lo familiar" (DaMatta, 1987:14)."
Grimson, Alejandro (2011) Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de la identidad. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. pp 55-57.