Exposición en el Centro Cultural de España, Lima, sobre la arquitectura "sin arquitectos" elaborada con los envíos de dinero de parientes en el extranjero (remesas), en ciudades de Guatemala, EL Salvaor y Honduras.
"La arquitectura como actividad no tiene definiciones fáciles. Surgió para nombrar al encargado de las construcciones, luego dejó de lado al personaje para centrarse en el diseño al modificar la superficie terrestre en la búsqueda de satisfacer las necesidades humanas. Por mucho tiempo el diseño se vinculó al arte, a una expresividad visual que magnificaba el poder y marcaba un estilo, donde formas, estructuras y funciones no estaban disociadas. Del estilo se pasaba a la cultura, a un saber compartido. Más tarde, con la masividad poblacional, el estilo se acercó a la funcionalidad de la compleja vida humana, pero pronto decayó y se multiplicaron los estilos en términos de creatividad visual o de recreación estereotipada de viejos estilos. Para hacerlos más funcionales se requerían planificaciones o una vuelta a imposiciones estilísticas, pero ahora el mercado señalaba, por un lado, una democratización de la decisión individual y por el otro, la exclusión de la mayoría en las decisiones. Entonces, los “no estilos” se convirtieron en la norma. Hoy, la arquitectura como diseño sigue cercana al poder exponiendo el diseño individual a los ojos de todos. Tampoco es lejana a la clase media exponiendo los “neos” masivos: neoclásicos, neocoloniales… de colonias y condominios y de centros comerciales.
Mientras tanto el resto, la mayoría, se las agencia como puede. Más del 60% de las construcciones en América Latina se hacen al ojo del maestro de obras o del albañil con pretensiones de maestro. Después de todo, la arquitectura sin arquitectos es tan vieja como la historia. La capacidad de las poblaciones de construir para adaptarse al ambiente y al clima, marca una sabiduría transmitida en el tiempo. De esa manera la llamada arquitectura vernácula también sembró los campos. En las ciudades, es arquitectura modesta y cotidiana, al margen de la estética cultivada, para la cual es fealdad. Las villas miserias, limonadas, o tugurios han sido su máxima expresión. Las buenas intenciones de los proyectos de vivienda estatales y de la llamada “arquitectura sin aplausos” o “prearquitectura del bienestar” simplemente no alcanzan el umbral de la necesidad. Los pobres han esperado las respuestas estatales y las que llegaron fueron de a gotas. Al final el esfuerzo habitacional sigue recayendo en ellos mismos. Terremotos y otras desgracias modifican constantemente los recursos de construcción. No obstante, se ha abierto la posibilidad de construir para el largo plazo, un deseo fuertemente valorado en el campo, y hoy los materiales industriales superan a los artesanales. Los últimos treinta años en ciudades y pueblos manifiestan ese cambio y, junto con ello, la irrupción de variedad de estilos y no estilos."
No hay comentarios.:
Publicar un comentario