lunes, 13 de abril de 2009

Populismo (Kenneth Frampton)

El reconocimiento de la pérdida de la identidad cultural - una idea que remite a Loos -, aparecido en la estela del proceso de urbanización, retornó con fuerza a mediados de los años sesenta, cuando los arquitectos empezaron a darse cuenta de que los códigos reduccionistas de la arquitectura contemporánea habían llevado a un empobrecimiento del entorno urbano. Sin embargo, el modo exacto en que se había producido este empobrecimiento - hasta qué punto se debía a las tendencias abstractas presentes en la propia racionalidad cartesiana o, alternativamente, a la implacable explotación económica - es un tema complejo y crítico que aún espera una decisión juiciosa. No puede negarse que el reduccionismo de tabula rasa del Movimiento Moderno desempeñó un papel destacado en la destrucción sistemática de la cultura urbana; así pues, el énfasis que la crítica 'postmoderna' ha puesto en el respeto del contexto urbano existente difícilmente puede desestimarse. Esta crítica antiutópica y 'contextualista' ya estaba disponible en los años sesenta: primero en este enfoque de la forma urbana inspirado en Sitte que propugnaba Colin Rowe (enseñado en sus clases en la Universidad de Cornell y presentado en el libro College City, de 1979), y luego en Complexity and Contradiction in Architecture (1966), en donde Robert Venturi escribía:

La principal justificación para los elementos de mal gusto en el orden arquitectónico es su existencia misma. Son lo que tenemos. Los arquitectos pueden lamentarse de ellos, intentar no hacerles caso o tratar de abolirlos, pero no desaparecerán. O no desaparecerán por mucho tiempo, porque los arquitectos no tienen poder para reemplazarlos (ni saben con qué hacerlo) y porque estos elementos comunes se adaptan a las necesidades existentes de variedad y comunicación. Los viejos clichés que implican a la vez banalidad y desorden serán aún el contexto para nuestra nueva arquitectura, y nuestra nueva arquitectura será, significativamente, el contexto para ellos. (...) La planificación a corto plazo, que tan oportunamente combina lo viejo y lo nuevo, debe acompañar a la planificación a largo plazo. La arquitectura es tanto evolutiva como revolucionaria. Como arte, ha de reconocer lo que es y lo que debería ser; lo inmediato y lo especulativo.

Frampton, Kenneth, Historia crítica de la arquitectura contemporánea. (11a edición)
Gustavo Gili, Barcelana, 2002.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

necesito informacion sobre contextualismo critico...no creo que como diciplina la arquitectura deba aportar elementos de "mal gusto", eso es como pedirle a un medico que sane con brujerias...

Anónimo dijo...

No olvidemos también que la huachafería no es algo exclusivo de las clases bajas, he visto tantas casas pitucas huachafas y mal hechas... Creo que la arquitectura debe preocuparse, antes que de la estética, del bienestar del hombre. Enfocar cómo esta nueva forma de crecimiento de la ciudad afecta la calidad de vida de las personas, más alla que si ellos pintan sus casas de colores extravagantes o la distribución urbana sea desordenada.

Cristina Dreifuss Serrano dijo...

Actualmente, la medicina moderna está incorporando a su práctica científica una serie de sabidurías populares frecuentemente consideradas como "brujerías". Un ejemplo claro es el uso de extracto de Uña de gato en la recuperación de paciente con cáncer; de este tema hay una serie de estudios realizados que prueban la efecividad de esta planta peruana, que solía ser considerada como una "brujería".
Si la ciencia, entonces, incorpora estos recursos, ¿no podríamos los arquitectos incorporar los elementos "de mal gusto" en nuestra reflexión y producción?

Cristina Dreifuss Serrano dijo...

Estoy de acuerdo con que la arquitectura deba preocuparse, en primer lugar, del bienestar del hombre. Depués de todo, los arquitectos somos profesionales al servicio. Sin embargo, creo que los aspectos estéticos son fundamentales para el bienestar y la prueba de ello es su aparición casi inmediata en cualquier forma de vivienda. El preocuparnos por este tipo de cosas colleva, aún si de manera indirecta, al bienestar del hombre.

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