Segunda parte.
“La sopa en lata y el establishment
Hay cierta ironía en el hecho de que la cultura “popular” y el paisaje “popular” no sean populares entre quienes toman las decisiones sobre cómo renovar la ciudad y realojar a los pobres […].
La sabiduría convencional de la que hacen gala […] los ancianos radicales de la arquitectura responsables de los comités artísticos estadounidenses, de las secciones de “proyecto” de los Departamentos de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) y de los organismos de planeamiento y de nuevos desarrollos; son ellos quienes planifican y construyen para las grandes empresas públicas y privadas y los que gozan de la confianza de quienes construyen la ciudad. Si de lo que se trata es de hacer un buen servicio al público a través de sus decisiones, estos miembros del establishment arquitectónico deben aprender a distinguir, para llevar a cabo un análisis distinto, entre sus criterios estéricos y el resto de preocupaciones sobre “contaminación medioambiental”. Las aguas nauseabundas y los carteles publicitarios son problemas de diferente orden y magnitud.
Lo primero no puede hacerse bien, pero lo segundo sí; en especial si nos ofrecen la oportunidad de estudiarlos un rato, sin erigirnos en jueces.
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Si se eliminan los barrios “apestosos” junto a los carteles publicitarios y las gasolineras en nombre de evitar la “contaminación visual”, el daño social puede ser irreparable. Sin embargo, no se renunciará a una vieja fórmula estética, incluso si se demuestra que entraña obstáculos, hasta que se reemplace por otra nueva, puesto que, como ya hemos visto, la forma depende de sí misma para hacerse. Y para el establishment arquitectónico, el nuevo vocabulario debe tener un lenguaje respetable. Por tanto, si el entorno popular es el que proporciona ese vocabulario, para ser aceptado debe filtrarse mediante procesos adecuados. Debe pasar a ser parte de la tradición del gran arte; debe ser la vanguardia del año pasado. Ésa es otra de las razones para someter el nuevo paisaje al análisis arquitectónico tradicional: que sea aceptado por el establishment. No puede aprender del popo hasta que el Pop entre en las academias.
Apuntarse al pop
Para aquellos arquitectos que esperan poner sus habilidades de la última, he recomendado una investigación de las formas de la nueva ciudad existente basada tanto en cuestiones sociales como estéticas. El gran arte ha seguido al arte bajo, y viceversa; de hecho, ¿de dónde salió por primera vez el arco parabólico de MacDonald’s y el split-level ranch?
En el paso del arte bajo al gran arte reside un elemento del aplazamiento del juicio. El juicio se suspende con el fin de entender y ser receptivo. Se trata de una apasionante técnica heurística, pero también de una técnica peligrosa, pues la afición por toda la cultura pop es tan irracional como odiarla en su conjunto, y puede dar lugar a un “subirse al carro” del pop generalizado e indiscriminado, donde todo vale y en lugar de postergar el juicio, se lo abandona. Más aún, los artistas, arquitectos y actores deben juzgar, aunque, espero, tras una pausa. Después de un intervalo razonable, deben surgir unos criterios adecuados de la nueva fuente. El juicio simplemente se aplaza para hacer más sensatos los juicios ulteriores.”
Scott Brown, Denise (2007 [1971]) Aprendiendo del Pop (Learning from Pop). Barcelona: Gustavo Gili. pp 21-29.
Originalmente publicado en Casabella 359-360, diciembre de 1971.
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