miércoles, 19 de junio de 2013

Arquitecto y habitante (Y. Friedman)

"Si consideramos un 'objeto arquitectónico' (un edificio, un complejo de edificios, un paisaje), sabemos ya que éste contiene en sí mismo dos procesos: el de su realización y el de su utilización (entendiendo aquí el término 'utilización' en su sentido más amplio, es decir, incluyendo como usuarios del objeto en cuestión a cualquier individuo que de cualquier manera sufra sus 'efectos')

Cada uno de los dos procesos, realización y utilización, da un rol determinante a dos protagonistas que usualmente llamamos el 'arquitecto' y el 'habitante'. (Es evidente que, según la definición que daremos de objeto arquitectónico, el usuario no es necesariamente un habitante, pero al inicio he preferido usar la expresión 'habitante' para evitar el error involuntario al que se caería si consideramos que quien disfruta principalmente del objeto sea su propietario o su admirador. El habitante es, en cualquier modo, el 'esposo' del objeto arquitectónico).

Son, quizás, sutilezas [...]. Podemos constatar las ventajas de de esta postura a penas formulemos las siguientes preguntas:

a) ¿Cuál es la razón de ser de un objeto arquitectónico?
b) ¿Quién, entre el arquitecto y el habitante, debe tener la prioridad?
c) ¿Estos dos roles no podrían ser desarrollados por una misma persona?

Las respuestas aparentan ser fáciles y dictadas por el sentido común.

Evidentemente, la razón de ser de un objeto arquitectónico (un edificio, una casa, una villa, un jardín) es el satisfacer al habitante y 'servirle'.

Yona Friedman
(hacedordetrampas.blogspot.com)
En consecuencia, es también evidente que el habitante debe tener derecho de prioridad sobre el constructor del objeto.

Parece, entonces, absolutamente lógico pensar que si una misma persona asumiese ambos roles - el del habitante y el del constructor - no habría ningún problema a resolver [...].

Lamentablemente hoy nos encontramos en una situación tan absurda (y esto ninguna person
as con sentido común podrá negarlo) que en la práctica sucede exactamente lo contrario: un objeto arquitectónico raramente satisface al habitante, encima de quien se coloca el constructor, e cada sistema económico y social parece haber sido concebido con el único objetivo de multiplicar los esfuerzos para evitar que el constructor y el habitante sean una única persona. El sentido común tiene, sin embargo, una ventaja sobre las leyes y sobre los sistemas económicos y sociales: es inexorable; pero tiene también un gran inconveniente: es frecuentemente lento - una violación de la razón y del sentido común, por lo tanto, será siempre castigada. Es inevitable, ¿pero cuánto tardará? Nuestra arquitectura actual viola el sentido común."

Friedman, Yona (2010 [2003]) L'architettura di sopravvivenza. Una filosofia della povertà. Torino: Bollati Boringhieri. pp 15-16.

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