viernes, 13 de febrero de 2015

Aprendiendo de El Alto (E. Andreoli)

"[...] A pesar de la curiosidad y atención que estos edificios han atraído, es difícil encontrar una verdadera comprometida discusión sobre su popularidad. Randolph Cárdenas, arquitecto y autor de uno de los pocos estudios sobre el tema, cuenta cómo [esta arquitectura] ha sido siempre desestimada en términos peyorativos por las escuelas de arquitectura de la La Paz - a pesar de que muy pocas personas fuera de El Alto parecen si quiera haberse aventurado dentro de una, y nadie saber realmente quién las diseño, o si es que es uno o varios dibujantes quienes están involucrados. A Freddy Mamani Silvestre nunca se le ha pedido una entrevista, ni ha figurado de manera alguna. Recientemente, sin embargo, cada vez más voces han salido en defensa de estos edificios, algunos atreviéndose a reivindicar que son una expresión genuina de la ciudad de El Alto o, más caprichosamente aún, que representa el verdadero estilo arquitectónico nacional de Bolivia. Algunos van incluso más allá y proponen que la academia debería abrirse a las expresiones arquitectónicas policromáticas y ofrecer enseñanzas formales sobre su diseño.

Freddy Mamani Silvestre - El Alto
(Fotos: E. Andreoli)
En nuestras lecciones de historia de la arquitectura desde siempre se nos ha enseñado que la arquitectura moderna apareció al inicio del siglo veinte como resultado de innovaciones tecnológicas que impulsaron nuevas formas de producción y construcción y, en consecuencia, nuevas maneras de organizar el trabajo y el habitar. Los nuevos modos homogenizadores modernistas, sin embargo, demostraron no ser siempre compatibles con los distintos tejidos sociales, geografías y culturas de los países menos industrializados y menos urbanizados, donde fueron subsecuentemente introducidos. En la segunda mitad del siglo pasado, hubo intentos de resolver estas contradicciones. Kenneth Frampton hizo un llamamiento por el 'regionalismo crítico' - una arquitectura con conocimiento local y sabor local que continúe respetando los principios guía del modernismo.  En obvio contraste, otros como la pareja de arquitectos Robert Venturi y Denise Scott Brown exhortaron arquitectos a abandonar lo canónico y, en su lugar, abrazar el estilo comercial, juguetón y populista de la calle principal cotidiana. Esta crítica, por supuesto, abrió el camino al postmodernismo y sus pastiches, que pronto demostraron sus límites: una cacofonía de elementos del pasado, escogidos de manera arbitraria desde cualquier era y mezclados aleatoriamente, no era más local o democrático que un rígido modernismo europeo.

La arquitectura chola intergaláctica y policromática de El Alto, expuesta principalmente por Freddy Mamani Silvestre, no representa una búsqueda por un pasado heroico o un vernacular cotidiano. Por el contrario, en su núcleo hay una versión urbana fundamentalmente contemporánea de elementos culturales indígenas. Hoy, los aymaras y quechuas que viven en El Alto usan teléfonos celulares y computadoras, aprenden chino y tienen negocios en Shanghai y Guangzhou, dirigen grandes compañías de transporte y construcción y son maestro de la rápida acumulación de capital. Son, en este sentido, contemporáneos desde todo punto de vista, sin embargo al mismo tiempo no dejan de ser aymara o quechua o mestizo, y continúan sus propias tradiciones culturales. Por lo tanto, puede que no pase mucho hasta que seamos capaces de ver a la ciudad de El Alto con nuevos y sorprendidos ojos. Porque su arquitectura nos reta a pensar cómo la forma establece una identidad, cómo lo heterodoxo puede complicar la regla y el parámetro establecidos y cómo una nueva apreciación del comercio puede hacer que nuestras propias leyes y límites se vuelvan más flexibles. Deberíamos aprender, entonces, a dar un festín de color a nuestros monocromáticos ojos, y en el proceso, llegar a amar una diferencia."

Andreoli, Elisabetta (2013) Learning from el Alto. AA File, No. 67, pp. 40-45.
[Texto e imágenes]

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