viernes, 5 de marzo de 2010

“La teta asustada” y su crítica a la huachafería (Alberto Pareja Pflücker & Manuel Benza Pflücker)

La película peruana que más galardones ha recibido ha sido objeto de análisis diversos. Creemos que una lectura completa-como sucede con muchas buenas películas- es muy amplia y no la abordaremos en este corto artículo. Intentaremos una lectura crítica desde un ángulo que nos parece sumamente interesante: la crítica a la huachafería.La huachafería es un peruanismo (un término inventado en el habla peruana) pero más que ello, es un concepto y hasta una forma de vida que se estila-con variantes- en los todos los estratos sociales del Perú y de los países con mayor vulnerabilidad cultural, que suelen ser los que sufren secularmente mayor dependencia económica-política-cultural y que a su vez, no desarrollan políticas de autoafirmación ciudadana. La huachafería es una forma de alienación ideológico-cultural.


En esencia, la huachafería es la burda imitación que resulta de la costumbre de copiar formas, estilos de vida, usos idiomáticos y construcciones culturales cotidianas, rituales y/o ceremoniales que provienen del extranjero o de las clases dominantes. De ello hay que hacer notar dos elementos fundamentales: el afán de copia y el mal gusto que generalmente ello implica (este segundo elemento es conocido comúnmente como cursilería).

El afán de copia es a veces tan poderoso que anula toda autenticidad. Creemos-y en ello coincidimos con Vargas Llosa, que se ocupa también de este término aunque desde otra perspectiva- que entre la población andina que vive en el Ande no hay huachafería, salvo en aquellos que transitaron por un cierto proceso de aculturación en algún lugar cosmopolita. Debemos agregar aquí que las escenas dramáticas que se rodaron en alguna región andina son particularmente sugestivas y marcan la pauta del conjunto. Nos referimos a la escena de la mujer madura muriendo en el contexto de la guerra desatada por sendero luminoso y transmitiendo el susto a través de la leche materna de otra mujer. El susto es una enfermedad mágico-religiosa que tiene un cierto sustento somático y psicológico.

El desarrollo de la huachafería comienza por los grupos sociales dominantes que buscan diferenciarse de los “de abajo” extranjerizándose. En todos los casos hay una falta de autoestima cultural que da lugar al afán de copiar lo que aparece en los medios de comunicación de masas como un estilo que otorga prestigio en razón a su origen extranjero o de la forma de vivir de los ricos y famosos. En el Siglo XIX se dio un afrancesamiento huachafo y hoy predominan las formas huachafas que resultan de la “cultura miamense”. La huachafería de dicha clase social va introduciéndose al resto del espectro socio-económico por una especie de “percolación”: se va colando más o menos rápidamente en zonas urbanas donde la vida y estilos de los ricos y famosos es imitada. Los sectores medios son especialmente huachafos. Pero esta huachafería ya se apropió también de los ritos sociales de los inmigrantes que llegaron a las ciudades costeñas en las últimas décadas y que suelen situarse entre sectores informales que viven en zonas urbano-marginales con distinta fortuna. Algunos llegan a tener un apreciable patrimonio que se encargan en resaltar. Otros, la mayoría, pueden darse ciertos lujos sólo en ocasiones especiales. Ocasión como la del matrimonio, que es un tema tratado en la película “La teta asustada”.

Que en los salones de las clases altas se haya impuesto “El Danubio Azul” austriaco para el baile matrimonial desde el siglo XIX ya es una huachafería. Hoy ya no se baila sólo una pieza (entre los novios), sino que se repite hasta la saciedad y mal bailado, porque nuestro pueblo no proviene de la cultura alemana-austro-húngara. Hoy el rito exige que pasen por la pista parientes, vecinos y hasta desconocidos que dejan a novio y novia exhaustos, mientras los invitados aplauden los compases del vals de Strauss como se hace con el valsecito criollo peruano, todo ello en la espera interminable por la comida, que es otra muestra de poder y/o de esfuerzo económico. A este rito se suman en los matrimonios algunos de reciente importación: la escalera por donde descienden los novios desde la planta alta de la casa, los globos de colores, la larguísima cola de la novia (cuanto más larga, mejor), la extracción de la liga de las medias de la novia por parte del novio (asunto que se hace con la boca del novio metida entre las faldas de la novia), la exhibición de regalos, etc. Estos detalles huachafos han sido recogidos fielmente en la escena matrimonial de la película. Es evidente que el lente de la directora reparó en la usanza de la escalera, no obstante que en medio del arenal limeño-marginal no hay alturas desde las cuales descender por escaleras. La escalera desde la cual nunca se podrá bajar sin subirse primero a ella es colocada en medio de la nada – y adornada con recargada huachafería – en una escena muy lograda.

Es irónico pero comprensible que la mirada crítica anti-huachafa de la película no haya sido captada por la mayoría de la audiencia peruana, incluyendo los críticos de cine: la cultura de masas en el Perú está atrapada por la huachafería. Es huachafo el Presidente Alan García cada día, cambiando de disfraz y “resolviendo” todo. Huachafos -en contenidos y formas- los programas de televisión con mayor sintonía, huachafo el Cardenal engolando la voz para pontificar algún disparate político reaccionario, huachafas las portadas diarias de los periódicos de mayor venta: tabloides que desinforman políticamente y con multiplicidad de colores resaltan alguna noticia de la farándula como la más importante del país, huachafos ciertos intelectuales que escriben para su propia exhibición y no para el debate democrático, huachafos los locutores de futbol que hablan como argentinos para semejarse a los locutores del país de Maradona, huachafos algunos futbolistas que se exhiben como metrosexuales, etc. Como es obvio, la huachafería no se da sólo en el Perú. Pero hemos tenido el privilegio de ponerle el nombre.

Alberto Pareja Pflücker y Manuel Benza Pflücker

http://sociologia7.wordpress.com/2010/02/08/“la-teta-asustada”-y-su-critica-a-la-huachaferia/

3 comentarios:

Eloy Lima Olivera dijo...

Excelente. Y es un complemento de lo publicado antes por Mario Vargas Llosa. Un aporte y una discrepancia: El Aporte: En el medio rural también tenemos señales de huachaferia como el de tener en la sala una vitrina donde se exhiben servicios (Platos, tacitas, jarras de "china", de pretendida buena calidad, que no se usan cotidianamente. Es mas que fin utilitario, para impresionar al visitante.
Una discrepancia con Vargas Llosa ( no es un sacrilegio discrepar con un ilustre paisano de AQP): La procesión morada de Octubre en homenaje al Sr. de los Milagros, no es una huachafería. Mostrar las religiosidad con todas las virtudes juntas que implica, es un acto valiente. En esta época en que es mas "in", digamos en vez de huachafo, mostrar el lado intelectual, progre, Einsteniano o Darwiniano, y denostar de cualquier manifestación de fé, por ser de muestra de un "bajo nivel intelectual", vestir de un color, y someterse a una disciplina, en que debes mostrar tu faz mas positiva, ante la burla soterrada de la jauría, es repito un acto de auténtica valentía, donde el enjuiciado hace a un lado la hipocrecía y muestra un sometimiento hacia las virtudes que deben ser siempre nuestro Norte.
eloylima@yahoo.co.uk

Anónimo dijo...

Mostrar la religiosidad con todas las virtudes... JA! La pederastia? el lavado de dinero? Vayafanatica torpe y pretendidamente heroica: todo esto mientras ignora la sentina que constituye su iglesia.

Cristina Dreifuss Serrano dijo...

Creo que hay en ambos comentarios dos lecturas de la religiosidad: en el primero, el mostrar sus aspectos externos (y es cierto que desde el punto de vista estético hay mucho de huachafo en estos); en el segundo, la lectura se basa en aspectos morales cuestionables de cierto tipo de administración dentro de ciertas religiones.

Son, en esencia, dos enfoques distintos.

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