Felicidades, Arquitecto.
martes, 26 de octubre de 2010
miércoles, 20 de octubre de 2010
La huachafería reina en construcciones de Lima - Comentarios
Comentarios al artículo original publicado el 24 de enero del 2009 en El Comercio.
Ante el 'boom' de la construcción que vive Lima, los municipios multiplican sus esfuerzos para controlar la seguridad de las nuevas edificaciones, pero no se atreven a juzgar en gustos y colores. Salvo en los centros históricos de Lima y Barranco, ningún distrito regula la estética de sus fachadas o monumentos públicos.
Hay aquí una importante confusión de términos. Estética es la ciencia que estudia la relación subjetica (emocional, visceral incluso) entre sujeto y objeto, siendo este último, generalmente, una producción como lo es la arquitectura. No se puede, por lo tanto "regular" la estética. El término está siendo utilizado, de manera coloquial, en lugar de "aspecto externo" o "aspecto formal".
De todos modos, y como el mismo artículo explica líneas más a
bajo, ¿hasta qué punto es útil (o sano) que los municipios "juzguen en gustos y colores", si el fruto de dichos juicios es frecuentemente considerado huachafo? ¿Quién dio a los administradores públicos los recursos o el poder de señalar qué es lo que gusta o disgusta a la gente?
Es que tampoco existen parámetros que establezcan qué es feo y qué no lo es. [...]
Esto, por supuesto, dificulta mucho la labor de artistas y arquitectos, al mismo tiempo que nos da una libertad casi absoluta. ¡Pero felizmente! Felizmente que no existen parámetros que establezcan qué es feo y qué no, porque aún si existieran, éstos no garantizarían que la gente estuviese de acuerdo con los mismos. Sucedería, entonces, que "el gobierno" o "la administración" o "el municipio" establecerían parámetros que, más que probablemente, no coincidirían con la opinión de la mayoría de ciudadanos.
Similar contradicción genera la serie de esculturas que se ubica frente a la playa Agua Dulce, en Chorrillos, que busca plasmar el amor conyugal. "Son mamotretos cursis y en absoluto carentes de arte", critica el reconocido urbanista Augusto Ortiz de Zevallos.
Muy a su pesar, una decena de limusinas llega hasta allí cada sábado con parejas de recién casados que hacen cola para fotografiarse con la vilipendiada obra.
Hay entonces un abismo entre lo que piensa Ortiz de Zevallos y lo que siente el ciudadano común. Finalmente ¿para quiénes están diseñadas las ciudades? ¿Para arquitectos o profesionales afines, que pertenecen a un pequeñísimo grupo poseedor de una cierta cultura en materia de arte, arquitectura y estética? ¿O para el ciudadano común, representante de una fuerte mayoría, que quiere simplemente disfrutar de algo que le produce una experiencia estética positiva?
En este punto, el lector debe estar preguntándose si es mejor tomar partido por la opinión académica o si, por el contrario, debe respaldar el gusto popular.
Ésta es, precisamente LA pregunta.
[...] "Siempre se ha acusado a los conos de tener fachadas con mayólicas, pero la llamada huachafería también domina los barrios de clase alta, donde la imitación de arquitecturas foráneas e inadecuadas para el clima de Lima es producto del complejo y la desinformación", reflexionó Ortiz de Zevallos. Se refiere a los techos a dos aguas, chimeneas y ventanas templadas que abundan, por ejemplo, en la urbanización La Laguna, en La Molina.
Efectivamente, nadie se libra de ser huachafo (me atrevería a decir, con todo el respeto del mundo, que AOZ tampoco). Y eso no tiene nada de malo.
"Las fachadas son de todos y los dueños de los casinos no tienen derecho a imponernos semejante ruido visual", dijo Ludeña en referencia a la estridente decoración exterior de algunos locales de juego de la Av. La Marina.
Es cierto. Pero dichas fachadas también recrean pseudo-universos, pequeños mundos traídos de una realidad que nos es bastante ajena, pero que sin embargo nos gusta. Porque si esos neones, esas formas, esos recursos colocados sobre la arquitectura no gustaran a un grupo importante de gente, no estarían ahí.
El artículo, finalmente, trata el tema de manera bastante superficial. No propone soluciones, ni ideas nuevas, ni siquiera una firme postura a favor o en contra de las opiniones citadas. Pero plantea, eso sí, LA pregunta fundamental:
¿Es mejor tomar partido por la opinión académica o, por el contrario, se debe respaldar el gusto popular?
Yo quisiera agregar una pregunta adicional:
¿Por qué existe una distancia tan abismal entre una opinión y la otra?
La huachafería reina en construcciones de Lima (R. Ramón)
Ante el 'boom' de la construcción que vive Lima, los municipios multiplican sus esfuerzos para controlar la seguridad de las nuevas edificaciones, pero no se atreven a juzgar en gustos y colores. Salvo en los centros históricos de Lima y Barranco, ningún distrito regula la estética de sus fachadas o monumentos públicos.
Desde el 2006, el Reglamento Nacional de Edificaciones del Ministerio de Vivienda ordena en su primer artículo "que (la construcción) se integre a la zona de manera armónica", y aclara que son los municipios provinciales los que deben emitir normas complementarias para que esta directiva se cumpla. Sin embargo, la Gerencia de Desarrollo Urbano del concejo limeño admitió que a la fecha no existe una sola de dichas normas en la provincia.
Es que tampoco existen parámetros que establezcan qué es feo y qué no lo es. Quizá por eso, cuando Gregorio Yauri abre cada mañana la puerta de su casa, lo asalta la imagen de un malhumorado dinosaurio con aspecto de iguana. "Cuando los muertos se levanten, este nos va a defender echando fuego por la boca", dice Yauri, que confunde al reptil prehistórico con un dragón.
Desde que el monumento apareció hace seis años en la alameda que separa la Av. Plácido Jiménez del cementerio Padre Eterno, en El Agustino, los más connotados urbanistas de Lima han opinado que es de pésimo gusto. Sin embargo, el dinosaurio se ha vuelto familiar y hasta querido para Yauri y sus vecinos.
Similar contradicción genera la serie de esculturas que se ubica frente a la playa Agua Dulce, en Chorrillos, que busca plasmar el amor conyugal. "Son mamotretos cursis y en absoluto carentes de arte", critica el reconocido urbanista Augusto Ortiz de Zevallos.
Muy a su pesar, una decena de limusinas llega hasta allí cada sábado con parejas de recién casados que hacen cola para fotografiarse con la vilipendiada obra.
En este punto, el lector debe estar preguntándose si es mejor tomar partido por la opinión académica o si, por el contrario, debe respaldar el gusto popular.
Las casitas del Barrio Alto
"Siempre se ha acusado a los conos de tener fachadas con mayólicas, pero la llamada huachafería también domina los barrios de clase alta, donde la imitación de arquitecturas foráneas e inadecuadas para el clima de Lima es producto del complejo y la desinformación", reflexionó Ortiz de Zevallos. Se refiere a los techos a dos aguas, chimeneas y ventanas templadas que abundan, por ejemplo, en la urbanización La Laguna, en La Molina.
"En una ciudad donde no llueve, no se requiere calefacción y las ventanas deben estar abiertas, eso solo puede obedecer a una vanidad ingenua", sentenció a su turno el especialista Wiley Ludeña.
En un recorrido por La Molina y Surco fue fácil descubrir fachadas con forzados estilos orientales, escandinavos, coloniales y hasta medievales.
En La Molina, cerca del Cementerio de La Planicie, también se erige una escultura en forma de ala de pollo. "No la entiendo. Es horrorosa", señala la vecina Raquel Villar.
Pero si de monumentos se trata, el clip rojo que ostenta el bulevar del Parque Norte, en San Borja, ganaría un concurso de desconciertos. "Ahora cualquier cosa es arte", reclama, escéptico, el taxista Miguel Cuadros.
"Las fachadas son de todos y los dueños de los casinos no tienen derecho a imponernos semejante ruido visual", dijo Ludeña en referencia a la estridente decoración exterior de algunos locales de juego de la Av. La Marina.
Ramón Huaroto, Roxabel
En: El Comercio. 24 de enero del 2009.
En: El Comercio. 24 de enero del 2009.
Ver: Comentarios al artículo.
viernes, 15 de octubre de 2010
Abstract 1.0
Los fenómenos de crecimiento de la ciudad, frecuentemente ligados a las migraciones o a un desarrollo súbito de la industria tienen un impacto en ocasiones violento en las imágenes de la ciudad y en su percepción. Los límites de lo urbano son difusos y sucede muy frecuentemente que el sistema urbano (los servicios, los medios de transporte e incluso la vivienda) no tengan un crecimiento lo suficientemente veloz como para dar una respuesta a las demandas de los nuevos habitantes de la periferia.
La respuesta de estos ciudadanos es automática: con ellos quienes construyen la ciudad. Comienzan, entonces, a surgir nuevos ambientes urbanos producto de una arquitectura sin arquitectos, que surge lentamente a partir de las necesidades de sus clientes-habitantes, que son, además, los constructores. A medida que exista la posibilidad económica, el nuevo ciudadano añadirá pedazos, habitaciones, pisos, ornamento a su vivienda, convirtiéndola en un lugar que satisfaga sus necesidades.
Este estudio se propone analizar la estética, entendida como la relación entre sujeto y objeto, de la nueva arquitectura espontánea en la periferia de Lima. Se analizarán, entonces, los aspectos formales y su relación con aquellos sociales y culturales. Las inspiraciones de estas edificaciones son varias: algunas hacen referencia a elementos arquitectónicos de proyectos construidos en los distritos más tradicionales de la ciudad moderna; otros parecen ser absolutamente originales, sin embargo probablemente pertenezcan un imaginario más profundo, proveniente de la cultura tradicional del nuevo habitante urbano; están, además, otros elementos cuyo origen es más complicado de precisar.
La mezcla de lenguajes, estilos y elementos formales, producida por un conjunto de dinámicas socio-culturales, se identifica con el término huachafo. Es una arquitectura popular, pero no folclórica, ligada al nuevo habitante de la ciudad moderna. Es, en suma, una arquitectura compleja, tal vez pobre en los elementos compositivos usados por los arquitectos, sin embargo rica en el uso de recursos, que permite a los habitantes una identificación mayor con el edificio.
martes, 5 de octubre de 2010
Abstract 1.0
I fenomeni di crescita della città spesso legati alle migrazioni oppure a uno sviluppo subito dell’industria hanno un impatto a volte violento nell'immagine della città e nella sua percezione. I limiti dell’urbano sono diffusi e capita molto spesso che il sistema urbano (i servizi, i mezzi di trasporto e anche le abitazioni) non siano abbastanza veloci da dare risposta ai bisogni dei nuovi abitanti della periferia.
La risposta di questi cittadini è automatica: la città viene fatta da loro. Cominciano quindi a crescere nuovi ambienti urbani fatti da un’architettura senza architetti, che sorge lentamente dai bisogni dei suoi utenti-abitanti che ne sono anche i costruttori. Man mano che c’è la possibilità economica, il nuovo cittadino aggiungerà pezzi, stanze, piani, ornamenti alla sua abitazione, rendendola un posto che soddisfi i suoi bisogni.
Questo studio si propone analizzare l’estetica, intesa come il rapporto del soggetto con l’oggetto, della nuova architettura spontanea nella periferia di Lima. Si tratteranno quindi gli aspetti formali e il loro legame con quelli sociali e culturali. Le ispirazioni di queste edificazioni sono varie: ce ne sono alcune che fanno riferimento a elementi architettonici di progetti fatti nei quartieri più tradizionali della città moderna; ci sono quelle che sembrano essere assolutamente originali, ma magari appartengono ad un immaginario più profondo, proveniente dalla cultura tradizionale del nuovo abitante urbano; ci sono anche altri elementi la cui origine è più difficile rintracciare.
La mescolanza di linguaggi, stili ed elementi formali, prodotta da un insieme di dinamiche socio-culturali, viene identificata con il termine huachafo. È un’architettura popolare, ma non folclorica, legata al nuovo abitante della città moderna. È insomma un’architettura complessa, magari povera negli elementi compositivi usati dagli architetti, ma ricca nell’uso di risorse, che permette agli abitanti un’identificazione maggiore con l’edificio.
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