"Peruanismo. No por eso huachafo es exclusivamente peruano. Los hay siúticos, horteras, tackies y, aunque no existiese palabra para señalarlos, suelen ser reconocidos por la manada. De algo sirven: nos hacen sentir distinguidos. Si pretendemos precisar qué es huachafería, nos daremos con una pituca y otra popular; entre ambas, como el relleno del sánguche, la huachafería pequeñoburguesa, emblemática sazón que anima lo nacional. Como la salsita criolla.
Pero ¿qué es huachafo? Aquello que no es honesto ni natural. Lo que pretende y, pretendiendo, chirria. El tinte azabache del pelo del viejo galán, la ricurita de ojos de plástico azul añil, sus uñas demasiado largas, las de los pies.
Es la arquitectura 'wannabe' que convierte en glamoroso al ricacachón, es la culinaria caviar, esa que congrega en un cilindro la entraña Angus con el hongo de Porcón.
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Demasías, bisoñés, purpurinas, imitaciones finas, relojes bamba. Meter la nariz en la botella de pisco y sacar la fecha de la cosecha, el lugar, la hora y el dueño de la pata que pisó la uva. El sport elegante, el bohemio elegante, el anfitrión cinco estrellas aspirante a embajador, la novia de blanco que por cuarta vez se casa y sus quince damitas de honor, el 'mi reina' que una operadora nos suelta al teléfono, la causa inspirada en la forma del maní del Señor de Sipán, la maskaipacha de hojalata coronando un casino de San Miguel, el que hizo montar una biblioteca entera como parte de su decoración. Las botas blancas de charol.
Llamar hacienda a unos metros de tierra, caballo de paso a un burrito coquetón, darle agua mineral al chihuahua que lleva el nombre del exmarido, llevarlo en la cartera de marca, desparramar choleos como quien salpica agua bendita. Ser sobón.
Resulta que en la década de 1890 llegó a Lima una modesta familia de colombianos que se puso a vivir en la quinta cuadra del actual jirón Andahuaylas, próxima al cuartel Santa Catalina. En esa casa había jóvenes casamenteras que todo el tiempo organizaban reuniones muy animadas a las que ellas solían llamar guachafas, colombianismo que significa fiesta, jolgorio. La expresión, y las fiestas, tuvieron gran acogida entre los limeños vecinos. Con el tiempo, las dueñas de casa, de apellido difícil de recordar, eran conocidas con el sobrenombre de huachafas.
Mario Vargas Llosa escribió alguna vez que ponerse una "y" entre apellidos es huachafo. Alguien refutó que componerlos lo es más.
Al final son las madres las que se perpetúan en este gesto, para bien y para mal. Así llegaron lejos la señora Llosa, esposa del señor Vargas, la señora Prada, la del señor Gonzáles, la Canseco, del señor Diez.
Hay palabras que pululan en Lima como las enfermedades respiratorias, los sicarios, las combatientes en blumer: flamante, nosocomio, 'darling' y, por sobre todas ellas, agendar.
Hay cosas que no son huachafas porque están hechas desde adentro; cosas pintorescas, como las corbatas de Beto; folclóricas, como las pestañas de Susy; extravagantes, como las crenchas de Guerrero; eclécticas, como las páginas sociales de una Lima que no puede parar."
Barrón, Josefina (2013) "Cuidado con la huachafería, darling". En: El Comercio. Domingo 24 de febrero de 2013, p a17.
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